Karma, palabra que significa, dentro de su contexto y desde mi perspectiva, justicia. Pero no cualquier justicia, sino una justicia natural, definida y ejecutada por la naturaleza. El Karma postula que vivimos en un universo cíclico en el que cada acción afecta al menos a dos personas: al generador y al primer afectado. Este universo es cíclico, porque los efectos de las acciones que alguien hace vuelven al que la llevó a cabo (generador), quizás en diferente forma, pero siempre con el mismo valor. En la alquimia, el intercambio equivalente propone que ningún ser humano puede obtener algo sin sacrificar otra cosa del mismo valor. Esta afirmación es muy similar a la que hace el Karma, ya que ambos nos dicen que las acciones implican un dar y un recibir; que ninguna acción termina al finalizarse, sino al recorrer el ciclo y volver, transformada, a quien la creó.
A mi parecer, estos dos conceptos circulan alrededor de la esperanza de vivir en equidad, en un mundo justo donde todo el esfuerzo y la maldad se compensen naturalmente. Si bien ni yo ni nadie es capaz de confirmar o desmentir ninguna de estas dos teorías, creo que se acercan más a una realidad utópica que al mundo real; a un sueño del que nosotros mismos despertamos a pedradas todos los días: el ser humano es imperfecto. Sin embargo, es posible que el mundo que los seres imperfectos habitamos, al no ser creación nuestra, no sea como nosotros y tenga un perfecto sentido de balance y equidad, imperceptible para los que no gozamos (o sufrimos) de perfección.
Creo que este es uno de los grandes misterios que espero algún día resolvamos. Por el momento es mejor ser positivos.
Fuente: Experiencias y reflexiones personales (ERP), Fullmetal Alchemist.
